miércoles, agosto 23, 2006

 

AMLO puede hundir a la izquierda

Los sistemas democráticos modernos se ven beneficiados cuando tienen partidos de izquierda avanzados y fuertes. Sería inimaginable la Europa de hoy si no tuviéramos a organizaciones como el Partido Socialista Español o el Francés o el Laborista de Inglaterra. Los partidos de izquierda introducen en el Gobierno, en el Congreso y en la sociedad en general una agenda que incluye temas sociales, raciales, laborales, etcétera, que frecuentemente contribuyen a la equidad, al crecimiento y a la justicia.

Ya le hemos comentado en este espacio que, con mucho, la izquierda ha sido la corriente política de crecimiento más rápido en México durante los últimos años. Ya es la segunda fuerza política en las dos Cámaras y gobierna seis entidades, entre ellas la capital del País.Sin embargo, no es exagerado decir que se encuentra frente a la disyuntiva de consolidar su presencia como una fuerza política moderna, con una agenda clara y con una influencia determinante en la vida del País o echar por tierra el esfuerzo de muchos años.

Los partidos políticos de la izquierda se encontraban fuera del sistema electoral vigente antes de que se hiciera una reforma electoral en 1978. Eso se debía no sólo a la falta de canales institucionales de participación, sino que derivaba de que las estrategias políticas de diversos grupos de la izquierda establecían que la vía electoral sólo era una de las formas de llegar al poder. La tradición política de la izquierda marxista decía que al final de cuentas era inevitable una lucha de clases violenta para asaltar el poder. Específicamente, los grupos leninistas consideraban además que sería precisamente un partido minoritario -la vanguardia del proletariado- quien tomaría los aparatos del Estado por medio de la violencia.

Ese lenguaje, que tras el derrumbe del muro, la quiebra de los países del bloque soviético y los cambios en China ya parece de la prehistoria, viene a cuento porque la izquierda mexicana podría estar en riesgo de retroceder tres décadas. La formación de un partido de izquierda con un peso electoral significativo se consolidó tras la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, el PRD. Sin embargo, no logró despegar y quedó con menos del 20 por ciento del electorado nacional en los siguientes años. Sin embargo, la quiebra del monopolio del PRI y el surgimiento de un líder carismático, Andrés Manuel López Obrador, volvió a colocar a la izquierda como una fuerza altamente competitiva.

AMLO logró la construcción de una candidatura, virtualmente sin rival en el PRD, y llegó al comienzo de la campaña presidencial con una ventaja en las encuestas que parecía imbatible. Sin embargo, más allá de la campaña negativa que emprendió el PAN en su contra, fue el propio comportamiento político de AMLO el que erosionó las simpatías que había conseguido y generó temor entre potenciales electores que al final de cuentas decidieron no votar por él. Si alguna vez se hiciera una evaluación honesta de la campaña de AMLO, quienes estuvieron en el "cuarto de guerra" de su equipo tendrían que ser autocríticos y reconocer que, como titulamos esta columna el pasado 2 de mayo, AMLO pasó de ser indestructible a autodestructible.

El problema es que con la dinámica que ha creado entre sus seguidores pareciera estar gestando un modo de participación política que retrocede tres décadas. La convocatoria a la Convención Democrática Nacional a través de una estructura que ya nada tiene que ver con los partidos políticos, pareciera regresar a una realidad en la que las organizaciones de izquierda carecían del reconocimiento legal para aspirar a conquistar el poder a través del sistema electoral y le apostaban a la lucha en las calles. Si se combina este hecho con los acontecimientos en Oaxaca, que al tiempo de crear una situación de ingobernabilidad, resucitan el lenguaje político de los 70 y los métodos que algunos tenían entonces, como la guerrilla urbana, se tiene un coctel altamente peligroso.

Dentro del PRD hay quienes han contribuido a la construcción de la izquierda moderna en México. Pero ahora pareciera que han perdido toda capacidad de iniciativa frente a la presencia dominante del caudillo. Si la sociedad percibe que la izquierda, a quien le dio la segunda posición en el Congreso, es dominada por organizaciones radicales, que actúan fuera de los canales institucionales que se crearon a través de muchos años, lo más probable es que nuevamente se desplome. Si ese fuera el caso, AMLO sería, paradójicamente, responsable de su despegue y posterior derrumbe. Si la izquierda civilizada vuelve a tomar el control del PRD y de sus organizaciones, entonces se puede colocar en posición de contender y ganar múltiples posiciones políticas en el País y en el futuro la Presidencia de la República.

Nuevamente preguntamos, ¿habrá en el PRD quién le ponga un freno a AMLO?

Enrique Quintana, El Norte
enrique.quintana@reforma.com

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